jueves, 5 de diciembre de 2019

Poetry Slam Madrid: diciembre de 2019


Ya está aquí la fiesta, lo dijo el Corte Inglés hace más de un mes.
Venimos en tropel. Solo queremos comer.
Cenas preparadas, exhaustivos discursos de monarcas. Derroche de oro: ferrero rocher.
Cerramos el año y saltamos a la desesperada huyendo del naufragio.
Este fracaso hay que festejarlo.
Punto final por todo lo alto. Las campanadas hoy las da Santiago Abascal.

Llega el momento, la tarjeta echa humo y la vida se desplaza a toda velocidad.
La calle es una carrera de consumo de ida y vuelta.
Mar de piernas, miradas perdidas, sumergidas en prozac, turrón y anestesia.
No hay rumbo para el mundo que va tras la rebaja que nunca llega.
La publicidad por los ojos, Amazon directo al hipotálamo,
el anuncio de la lotería de este año entra mejor que nunca por la vena.
Carteles, spots, cuñas de radio,
tu frustración y el sueño perdido tiene respuesta en el escaparate que tengas más a mano. 
Viernes negro y sábado de funeral.
En Gran vía estamos todos menos el inspector laboral.

Acelera, que no llega la cuesta de enero y ya me duele la cartera.
Si un iPhone no me llena, lo hará el próximo, aunque me vacíe la nevera.
Ya no sé si tengo razones para levantarme, quizás Siri tenga la respuesta.
Quizás la tenga impresa la camiseta del Primark más cercano,
quizás la tengo yo y no recuerdo haberla comprado.
Son las condiciones subjetivas, abusivas. Es la estúpida ley de la relatividad.
Es la desesperanza maquillada con belenes y árboles de un verde artificial.
Olvidar, disimular, celebrar. Me va a apañar la vida un milagro de Navidad.
Doña Manolita tiene más fieles que cualquier santa hermandad.
Nunca pagaremos suficiente por un décimo que nos saque de esta realidad.
¿A cuánto está el iPad? ¿A cuánto la colonia? 
¿A cuánto está el pescado, la carne, a cuánto la última cena?
Habrás matado al pez, pero la lubina ríe última cuando te cuesta el kilo un ojo de la cara.
Esta noche corro con los gastos. Una vez a al año no hace daño.
Así, toda la vida, celebrando siempre a la espera de algo que no vendrá.

A cuánto está la ratio de kilovatios por miseria.
Van a necesitar mucha luz de navidad para disimular la indigencia.
El destello del cielo no es un ovni son las luces que le faltan a Martínez Almeida.
Es la moral cristiana: tan rápido se tiene como se marcha.
Unos apuntan, señalan y envenenan.
Y los hay que no lo pillan, no saben, no se enteran.
Que no hay menas, solo son chavales con cadenas.
Que no hay patrias, que no existen las fronteras;
y es que el enemigo viene en yate, no en patera.
Solo merece dormir en la calle quien calle nos desea, quien a la calle nos relega.


Los villancicos nos susurran que no todo va tan mal.
Que en este mar de tinieblas, ante todo, hay que celebrar.
Cumbre del clima en la ciudad de los tres millones de bombillas.
Huelgas a muerte de maquinistas por la movilidad.
Vuelta a los veinte y el fascismo se acelera.
El odio campa entre decorados con total impunidad.
Dos mil corruptos te felicitan y te gobiernan.
El fin de año solo trae otro año de tristeza.
Por mucho que cambie de móvil, la muerte absurda siempre está al final.
Ciclo sin fin en un abismo sin respuestas. Danza de miedo, de frío y de miserias.
En estas fechas señaladas solo queda abrazarse y desear:
Feliz Navidad.