miércoles, 4 de septiembre de 2019

Final de Poetry Slam Madrid: septiembre de 2019


Sumergida entre los campos amarillos de Antonio Machado,
más allá del olivar del niño yuntero, de la tierra de Bernarda;
exiliada del mar se alza la joya de la depresión mesetaria.

Madrid, empoderada, se corona de nardos.
En mitad de la piel de toro, arde un faro.
Por debajo, un circuito de venas de amianto subcutáneo
que mide un metro de ida y vuelta,
que cuesta veinte euros por debajo de los treinta
-malabares de números, de cuentas en a, en b y en z-.
Por encima, un callejero plagado de nombres bastardos.

Es Madrid, es chotis, callos y souvenirs de paellas y flamencas.
Es Madrid, es libre y aventurera.
Madrid es, será y quizás sea. Madrid es para quien la trabaje:
los turistas, los patinetes y doscientas mil hormigas obreras.
Madrid será para quien la posea:
los turistas, los patinetes y un millón de bicicletas.

Madrid se ahoga en un mar de piernas, entre el humo,
las obras y los taxistas en pie de guerra. Madrid no está fumando,
no existe la contaminación. El polvo amablemente lo respiramos.
Madrid se pudre y, de paso, nos envenena.

Madrid, multicultural, apuesta por las modas.
Madrid apuesta por la nostalgia y resucita la música y la estética de los ochenta.
Todo vuelve, hasta han vuelto las riñoneras.
En el ayuntamiento y la comunidad, los del treinta y nueve calientan.
Pero en Madrid no resucita nadie: ni en la Almudena ni en el Valle.
Él, el incontestable, está vivo y se pasea por los tribunales.

Vivimos en el exilio de extrarradio, Malasaña y Lavapiés lo gentrificamos.
Venimos y vamos, entre dioses y amos colgados
de carteles gigantes en la puerta del Sol.
Hacen falta camareros, hacen falta más turistas los sábados.
¿Aún no has visitado nuestras calles, nuestros barrios?
Alquílalos, cómpralos, desahúcialos.

Los desamparados viven frente al ministerio de vivienda.
Es la ironía de la irrealidad, es la crueldad de una absurda broma interna.
Lo cotidiano adelanta a Dalí y a Buñuel por la derecha.

Los desheredados desfilan arcoíris banderas al amparo de las marcas,
convertidos en bienes activos del capital.
Y, entre contradicciones de clase, disidencia y orden natural,
nos alzamos, echamos al comando de Albert, al comando anaranjado, y demostramos recordar
que la lucha no ha terminado y, mientras insistan, jamás terminará.  

Porque Madrid tiene memoria. Aunque la regurgite, siempre la devora.
Esta ciudad sabe que un día fue un ¡No pasarán!
Esta ciudad sabe que se puede reformar.

Esta ciudad de cadáveres gobernantes, de gobiernos imputados,
tiene vida, muy, muy abajo.
Tiene madrileños que viven y mueren sin ser recordados;
madrileños fustigados, usuarios de metro
sin más patria o bandera que la supervivencia.

Sin la bandera que se lleva en las muñecas, en Ferraz, Génova o la Zarzuela.

Madrileños de Madrid, la bandera no es más que el puño que levantamos.
No deis tregua ni descanso:
luchad y gritad, hacedlo aunque sea desde vuestro iPhone. 
Madrileñas de Madrid, el bastón de alcalde solo dura cuatro años.
Y gobierne quien gobierne, vengan los que vengan;
os prometo que la ciudad de Madrid algún día será nuestra. 


Poetry Slam Madrid: septiembre de 2019


Dicen en la Fnac de Callao que el ciclo estacional ha muerto,
también lo ha hecho el calendario gregoriano:
ahora medimos el tiempo por el culto a la obsolescencia programada.
Hace un iPhone que no nos vemos y siete smartwatches
que no pido cita con el médico.

Ahora, en lo digital mundano, todo tiene una segunda vida:
los héroes de la Movida madrileña ya no son alocados,
los héroes de la movida madrileña son anunciadores de bancos.
Por lo menos, C. Tangana ya viene presumiendo de dinero.
El trap ha resultado ser la vía más directa: del barrio al reino de los cielos.
El problema está en que no a todos nos dejan ser traperos.

Es el mundo de lo digital, es lo digital mundano.
El ágora y el congreso ahora están en Twitter, Instagram; nadie escapa, nadie es esclavo.
Es la norma LCD, es la norma del giga, es la norma de los datos.
El uniforme no se viste, el uniforme brilla y lo llevamos en la mano.

Es el mundo que se nos resbala palmo a palmo. Todo muere,
todos morimos en un chispazo cuando no miramos.
Damos la vuelta al barrio en ochenta Air bnbs,
un desahucio en el piso de abajo y no lo vi venir.

Esta tarde solo he visto a diez personas con mi camisa dando una vuelta a la manzana.
Amancio debe de andar muy mal de pasta:
solo ha salvado el mundo diez veces esta semana.

Hay una calle que resiste irreductible a Inditex.
Un abrir de ojos, lo ves y no lo ves.
Rebajas en Bangladesh y todos llevamos la misma falda.
Hoy, renegamos de Gasset; renegamos de la Rebelión de las masas.
El auténtico orteguiano es el que compra en Zara.

La lucha, la rebelión, ¿es individual o para salvar la existencia?
Mi reciclaje detendrá a todas las petroleras.
La lucha de clases, ¿agoniza o está muerta?

¿Comprar legumbres o quemar el patrimonio de la familia Botín?
Quizás los dos.
El genocidio de la polución viene a por mí. Yo voy a por el dominio mercantil.

Demasiadas vacas y muere el planeta.
Vuelve el pecado de la carne y Dios no regresa.
Demasiados ricos y surge el dilema:
¿nos los comemos o dejamos que sigan comiendo ternera?

 El viaje es muy corto y cada día se acelera.
Entraremos en el club de los 27 por millones.
Jimi Hendrix y Amy Winehouse ya no tendrán nada de especial.

Los opiáceos se agotan y la angustia aún me quema.
Droga caníbal o droga vegana: elige tu evasión para este fin de semana.
El dolor y la resaca ya vendrán mañana.
Siempre será mejor que el organismo te haga chillar
a que lo haga el vacío existencial nada más saltar de la cama.

Todo gira, todos gritan, todo duele, todo quema.
Vamos a lomos de una piedra a través del sistema solar.
Un señor naranja con peluca quiere hacernos estallar.
Es la vida, es lo digital mundano: es la muerte con su aliento, su reclamo.

Solo hay una salida, un clavo ardiendo: la solución somos tú y yo, no hay nadie más.
La solución no vendrá de arriba, la solución no está en Instagram.
La solución se descongela a ritmo de vals.
Solos tú y yo, sin lo digital. Solo todo el mundo contra las fauces del capital.
Somos nosotras, somos nosotros: la solución no es nadie más.