jueves, 5 de marzo de 2020

Poetry Slam Madrid: marzo de 2020


Demasiadas vueltas ha dado el planeta,
la realidad agobia,
asfixia la cruel omnipresencia tecnológica.
todo se cierne sobre ti en un suicidio trágico.
Acelera el metro, acelera el tráfico.
La muerte y la miseria también aceleran.
Y, mientras, tenemos los miembros congelados.
Nada hacemos, nada queremos, nada movemos
-salvo los dedos sobre un teclado-.
Nada podemos y no sé por dónde empezar.

Dime, qué se siente al renegar de Dios
y cambiar la promesa del paraíso
por la promesa eterna de la jubilación.
La esperanza pervive a la vuelta de la esquina,
hacemos vida en los márgenes de la rutina.
O coges el ritmo o te quedas fuera, no hay solución.
Descansarás cuando llegue el sueño de los justos,
la entrada al Edén solo se gana a pulso.
Que pidas una vida digna es un insulto.  
Alquila un piso e hipoteca tu futuro.
No pidas tiempo, no pidas paz, no va a haber indulto.

Los que prometieron asaltar el cielo
recalificaron el terreno y lo hicieron suyo.
Poco martillo y mucho yugo.
Muy poca hoz, promesas a viva voz:
ese ministro ahora es un cagón.
No queremos reformas, queremos heredar el mundo.

El Che Guevara ahora compra en Zara,
compra comida precocinada,
compra la libertad en monodosis de fin de semana.
Es la rebelión encapsulada, solo está en mi camiseta serigrafiada;
ni en el sindicato, ni en las facultades ni en las plazas.
Ahora no hay tiempo para hacer la revolución.

Se acaba el tiempo, quieras o no:
porque ya llegan las siete plagas, el dedo en la llaga,
crimen y castigo para la raza humana.
La vida solo es privilegiada para quien no mira el reloj.
Llega la muerte, échalo a suertes.
O tú o yo, se acaba el tiempo quieras o no.
Llega la muerte a un mundo histérico.
Es la pandemia de lo vírico, de lo etílico,
el circo político, un alarmismo cínico:
han montado una fiesta en Telecinco,
son doscientas horas de programa con el drama clínico.

Tú abrázame hasta que se pudra el cielo,
hasta que se sequen los ríos,
así mañana ya nos habremos despedido.
Abrázame mientras dure el ruido,
abrázame mientras esta vida no tenga sentido
y así siempre estaré contigo.

Lo dijo el replicante: vivir con miedo es ser esclavo.
Dame la mano, que hoy nos liberamos.
Hagamos nuestro mundo de las ruinas, de los retazos.
Vamos a quemar el calendario.
Olvidemos la rutina, estrechemos lazos.
Porque si no te mueves, no sientes tus cadenas;
así que agítate y escúpele al sistema.
Hagamos vida más allá, a nuestra manera.

Apoyo mutuo y solidaridad:
apostemos por acabar con las apuestas,
apostemos por una vida sin formas de vivir incorrectas.
Si tú y yo caminamos, no hace falta nada más.
La revuelta más sencilla comienza en la mismidad.
Que acelere el mundo, que le vamos a dar la vuelta;
que hablen, ladren y vengan.
estamos construyendo una nueva realidad.

Abrázame, nuestro es el tiempo que nos queda.
Abrázame, que pronto se abrirán las grandes alamedas.
Y será nuestra la vida entera.   

jueves, 6 de febrero de 2020

Poetry Slam Madrid: febrero de 2020


Nacimos ignorantes del arte de amar:
fuimos por mucho tiempo ajenos a una cuestión de identidad.
Dimos tumbos por aulas vacías, aprendiendo a base de errar.
Nadie nos enseñó a querer: desorientadas, sin saber si algo iba mal.
Deambulábamos con la cabeza bien amueblada,
con un armario más que el que había en casa.
Nadie nos dijo que existía otra posibilidad.

Nacimos con la duda por respuesta
porque las preguntas que nos hicieron -en realidad- siempre fueron incorrectas.
Sin reconocernos en espejos, sin reconocernos en escaparates:
buscando nuestra cara por entre los charcos de las aceras.
Había una certeza que no sabíamos cómo pronunciar.

Partimos buscando un nombre sin saber
que llevamos tatuada la verdad en las costillas,
que nuestra sangre siempre tuvo clara su naturaleza.
Tener razón sin hacer el cálculo: es solo un pálpito.
Es el instinto, siempre básico, es la tendencia
hacia aquello a lo que estamos configurados.

Nosotros que lloramos por ellos,
nosotras que lloramos por ellas.
Que, llorando por si nuestro llanto era blasfemo,
descubrimos que jamás habíamos llorado por la persona equivocada
nos lanzamos felices al deseo y al rechazo: nos lanzamos a volar,
sabedores de que seríamos rechazados, por una vez, de verdad.

Solo hay un lugar para nuestra bandera:
herencia de disidencia, disturbios y fuegos que olían a libertad.
O luchas en el barro o acabas como Javier Maroto,
militando en el Partido Popular.
No merece espacio en un colectivo, no merece desfilar
quien le besa los pies a la bestia y nos aguanta la mirada en un intento de dignidad.

Los hijos de los cazadores, los hijos del fusil;
los de las peroratas contra ti y contra mí.
Las ratas con traje y corbata, los que no meten la pata:
la mierda que escupen siempre es intencionada.
Han venido para reescribir, han venido para disentir.
Su opinión, tan respetada como asesina, será escuchada en prime time.
O respondemos o nos agachamos, es lo que hay.

Quieren apagar la luz de los hijos del nuevo milenio
-la esperanza de aprender, la esperanza de educar-.
La contraseña del móvil no es pedagogía ni mayéutica socrática.
El pin es censura, alas cercenadas para los que acaban de llegar.
No hay sorpresa, es su asequible coherencia dramática.
Prometieron persecución y persecución tendremos,
beberemos veneno. Frente a los colegios, a casi un paso del ministerio.
Llegó Hazte Oír y yo ya me he cansado de escuchar.

Pero ninguna hermana -por muy santa que sea su caridad-
volverá a decir frente a ninguna pizarra que no tenemos razón de ser o estar.
Ningún partido acabará con la vida entera, con la vida pura y natural.
Quienes hereden las ruinas del mundo lo harán sabiendo
que quieren a la persona indicada, que son las personas indicadas,
que están por encima de cualquier absurda restricción formal.

La esperanza venidera crecerá donde nos doblegamos, reirá cuando flaqueamos.
Nuestra estirpe disfrutará de aquello por lo que luchamos.
Porque lucharemos, como siempre hemos luchado,
porque lo hacemos con convencimiento, porque así venceremos.
Ya no hay lugar para el miedo, nuestra opción no es el silencio.
Acabaremos con su autobús naranja, arderá su ley maniática:
Arderán, callarán y, libres, venceremos.

jueves, 5 de diciembre de 2019

Poetry Slam Madrid: diciembre de 2019


Ya está aquí la fiesta, lo dijo el Corte Inglés hace más de un mes.
Venimos en tropel. Solo queremos comer.
Cenas preparadas, exhaustivos discursos de monarcas. Derroche de oro: ferrero rocher.
Cerramos el año y saltamos a la desesperada huyendo del naufragio.
Este fracaso hay que festejarlo.
Punto final por todo lo alto. Las campanadas hoy las da Santiago Abascal.

Llega el momento, la tarjeta echa humo y la vida se desplaza a toda velocidad.
La calle es una carrera de consumo de ida y vuelta.
Mar de piernas, miradas perdidas, sumergidas en prozac, turrón y anestesia.
No hay rumbo para el mundo que va tras la rebaja que nunca llega.
La publicidad por los ojos, Amazon directo al hipotálamo,
el anuncio de la lotería de este año entra mejor que nunca por la vena.
Carteles, spots, cuñas de radio,
tu frustración y el sueño perdido tiene respuesta en el escaparate que tengas más a mano. 
Viernes negro y sábado de funeral.
En Gran vía estamos todos menos el inspector laboral.

Acelera, que no llega la cuesta de enero y ya me duele la cartera.
Si un iPhone no me llena, lo hará el próximo, aunque me vacíe la nevera.
Ya no sé si tengo razones para levantarme, quizás Siri tenga la respuesta.
Quizás la tenga impresa la camiseta del Primark más cercano,
quizás la tengo yo y no recuerdo haberla comprado.
Son las condiciones subjetivas, abusivas. Es la estúpida ley de la relatividad.
Es la desesperanza maquillada con belenes y árboles de un verde artificial.
Olvidar, disimular, celebrar. Me va a apañar la vida un milagro de Navidad.
Doña Manolita tiene más fieles que cualquier santa hermandad.
Nunca pagaremos suficiente por un décimo que nos saque de esta realidad.
¿A cuánto está el iPad? ¿A cuánto la colonia? 
¿A cuánto está el pescado, la carne, a cuánto la última cena?
Habrás matado al pez, pero la lubina ríe última cuando te cuesta el kilo un ojo de la cara.
Esta noche corro con los gastos. Una vez a al año no hace daño.
Así, toda la vida, celebrando siempre a la espera de algo que no vendrá.

A cuánto está la ratio de kilovatios por miseria.
Van a necesitar mucha luz de navidad para disimular la indigencia.
El destello del cielo no es un ovni son las luces que le faltan a Martínez Almeida.
Es la moral cristiana: tan rápido se tiene como se marcha.
Unos apuntan, señalan y envenenan.
Y los hay que no lo pillan, no saben, no se enteran.
Que no hay menas, solo son chavales con cadenas.
Que no hay patrias, que no existen las fronteras;
y es que el enemigo viene en yate, no en patera.
Solo merece dormir en la calle quien calle nos desea, quien a la calle nos relega.


Los villancicos nos susurran que no todo va tan mal.
Que en este mar de tinieblas, ante todo, hay que celebrar.
Cumbre del clima en la ciudad de los tres millones de bombillas.
Huelgas a muerte de maquinistas por la movilidad.
Vuelta a los veinte y el fascismo se acelera.
El odio campa entre decorados con total impunidad.
Dos mil corruptos te felicitan y te gobiernan.
El fin de año solo trae otro año de tristeza.
Por mucho que cambie de móvil, la muerte absurda siempre está al final.
Ciclo sin fin en un abismo sin respuestas. Danza de miedo, de frío y de miserias.
En estas fechas señaladas solo queda abrazarse y desear:
Feliz Navidad.